Katz_Nutrición médica_4ed

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CAPÍTULO 15 ■ Alimentación y enfermedades respiratorias

EPOC presentaban una reducción de proteínas y gra sas musculares, en comparación con el 16% de los controles de fumadores sanos. El estudio permitió descubrir que la distribución del índice de masa cor poral, el peso corporal, la grasa corporal, la albúmina sérica, la prealbúmina y las concentraciones de trans ferrina eran similares en los pacientes con EPOC, en comparación con los fumadores sanos (23). Se ha informado de la dificultad para conseguir mejoras medibles en la antropometría o la función pulmonar con una alimentación que incluya suple mentos energéticos (9). Por tanto, el interés actual se ha desplazado en gran medida desde una interven ción alimentaria aislada a la alimentación combinada con ejercicio y/o anabólicos (19,24). Se cree que la lesión oxidativa producida por los radicales libres es un factor clave en la lesión pul monar aguda. Los datos preliminares indican que la administración de suplementos antioxidantes en forma de vitamina E y C, retinol y β -caroteno pue de tener efectos protectores. La suplementación con β -hidroxibutirato ha demostrado tener efectos anti inflamatorios en pacientes con EPOC ingresados en la unidad de cuidados intensivos (25). La suplemen tación alimentaria de n-3, ácido γ -linoleico y antioxi dantes no ha demostrado beneficiar a los pacientes con lesión pulmonar aguda (26). Existe un área de investigación activa sobre las posibles asociaciones entre los antioxidantes pocedentes de la alimentación (incluidas las vitaminas) y los ácidos grasos n-3 y la creciente incidencia de asma. Aunque los estudios epidemiológicos y observacionales sugieren bene ficios con una mayor ingesta de estos nutrimentos, así como de donantes de metilo como la vitamina B 12 (27), los ensayos de intervención clínica han sido, en su mayoría, menos alentadores (28). Los datos del Nurses’ Health Study sugieren que la ingesta de vitamina E puede estar inversamente asociada al riesgo de desarrollar asma, aunque la aso ciación fue relativamente débil; otros antioxidantes no revelaron efectos significativos (29). Los datos de que diversos antioxidantes de la alimentación pueden proteger contra la EPOC son preliminares, sin embar go, estimulantes (30). Las pruebas y la plausibilidad biológica de los beneficios de los antioxidantes en el asma son menos sólidas, aunque las vitaminas E y C y el selenio parecen ser protectores, según los datos disponibles.

barazo reveló que los lactantes nacidos de madres que habían consumido las mayores cantidades de vitami na D, vitamina E y zinc durante el embarazo tenían menos probabilidades de presentar sibilancias recu rrentes durante la infancia (34). Se cree que la generación de ácido láctico, y la acidosis celular resultante, contribuyen a la fatiga muscular a través de diversos mecanismos, como la interferencia con la liberación de calcio, la actividad enzimática glucolítica y la propagación del impulso neural (35). La retención de CO 2 y la acidosis sis témica resultante imponen una carga de trabajo res piratorio a los pacientes con EPOC, lo que limita la capacidad de ejercicio. El bicarbonato sódico se ha estudiado como una ayuda ergogénica en personas sanas, con resultados dispares; aproximadamente la mitad de los ensayos publicados muestran beneficios ( v. cap. 32). En un pequeño estudio, Coppoolse y cols. (36) no constataron aumento alguno de la capa cidad de ejercicio en pacientes con EPOC a los que se les administró una carga aguda de bicarbonato oral. Los posibles beneficios de la suplementación crónica de bicarbonato siguen siendo especulativos. La «tradición» ha sugerido durante mucho tiempo que el consumo de productos lácteos aumenta la pro ducción de mucosidad de las vías respiratorias y exa cerba el asma. Un ensayo cruzado, doble ciego y controlado con placebo, realizado en 20 sujetos, no mostró efecto del consumo agudo de leche sobre los síntomas o la función pulmonar (37). Un artículo de revisión reforzó este punto; incluso en pacientes con infecciones de las vías respiratorias superiores, el consumo de leche no modificó la cantidad de pro ducción de moco (38). En una encuesta realizada a los lectores de una re vista revisada por expertos sobre prácticas médicas alternativas y complementarias, la terapia nutricional para el asma fue la práctica más citada entre los médi cos y otros proveedores de servicios médicos, lo que demuestra el amplio interés por el tema (39,40). Es tudios recientes han constatado algunos efectos sobre la evolución del asma con la medicina tradicional chi na (41-43) y métodos ayurvédicos (44). Aproximada mente el 50% de los pacientes con asma, tanto en la población adulta como en la pediátrica, ha informado del uso de la nutrición y otras prácticas médicas al ternativas (45). La bibliografía médica ha documentado amplia mente una relación entre el asma y la obesidad. La mayoría de los estudios transversales y prospectivos han constatado que la obesidad es un factor de riesgo para el desarrollo de la afección. Entre los supues tos mecanismos de esta asociación se encuentran los cambios en la fisiología pulmonar, el aumento de los mediadores inflamatorios y la modificación de los

Cada vez son más los trabajos que se centran en el embarazo y en los períodos de la primera infancia como momentos potencialmente cruciales para que la intervención alimentaria influya en la salud respira toria (31). Se ha constatado que la lactancia materna temprana reduce el riesgo de asma (32,33). Un me taanálisis sobre la ingesta alimentaria durante el em SAMPLE

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