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Trastornos de cefalea secundaria • 113
Arteria temporal superficial
Arteria temporal inflamada en un paciente con arteritis de células gigantes (ACG).
Los marcadores inflamatorios, como la velocidad de sedimentación globular (VSG) y la proteína C reactiva (PCR), suelen estar elevados (la PCR tiene una sensibilidad superior a 95%), pero los valores normales —aunque poco frecuentes— no excluyen el diagnóstico. No obstante, si se sospecha de la enfermedad en cualquier adulto mayor de 50 años, hay que comprobar la VSG o la PCR. La biopsia de la arteria temporal sigue siendo el patrón de oro para el diagnóstico, pero puede ser falsamente negativa porque la inflamación no es uniforme, sino que “salta”, dejando algunas zonas de la arteria temporal sin afectar. La biopsia bilateral mejora el rendimiento diagnóstico. Aunque el diagnóstico puede ser difícil de realizar, es esencial mantener un umbral bajo para detectar y tratar empíricamente la ACG, ya que entre 15 y 20% de los pacientes acabará teniendo una pérdida de visión rápida y a menudo irreversible si no se tratan con prontitud. Es importante destacar este último punto: si sospecha que su paciente tiene ACG basándose en su evaluación clínica, inicie el tratamiento de inmediato; no espere a los resultados de la biopsia. Los esteroides en dosis altas son el tratamiento de primera línea. Hipotensión intracraneal espontánea (HIE) También conocidas como cefaleas de “baja presión”, están causadas por la fuga de líquido cefalorraquídeo (LCR) a través de un desgarro en la duramadre. A menudo hay un acontecimiento precipitante evidente (p. ej., una punción lumbar que abre un agujero en la duramadre, una anestesia epidural que no alcanza su objetivo, un accidente de tráfico o una lesión deportiva) o una enfermedad subyacente del tejido conectivo (como el síndrome de Ehlers-Danlos o de Marfan) que predispone a una duramadre frágil con alto riesgo de desgarro. La cefalea es clásicamente “ortostática” en el sentido de que empeora al ponerse de pie y se resuelve al acostarse, pero esta característica puede resolverse con el tiempo. Es frecuente el agravamiento con cualquier maniobra de Valsalva, resultado de una presión venosa elevada que obliga a aumentar la fuga de LCR a través del desgarro. Otras características pueden incluir acúfenos (típicamente no pulsátiles), despertares nocturnos, dolor de cuello y características migrañosas como fotofobia, fonofobia y náusea. El diagnóstico de la HIE se basa en estas características clínicas junto con hallazgos de imagen específicos o pruebas directas de baja presión del LCR obtenidas mediante punción lumbar. Sin embargo, las evidencias recientes sugieren que la presión baja del LCR es en realidad relativamente poco frecuente en estos pacientes, y que el volumen bajo del LCR es más importante; a pesar de SAMPLE
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