Govindan. MW de oncología 4ed
Capítulo 6 • Inmunoterapia contra el cáncer 129
pacientes tratados con la terapia antiCTLA-4, en especial en aquellos con la terapia combinada antiCTLA-4 y anti-PD-1. La colitis tras el bloqueo de puntos de control inmunitarios comparte características con la enferme dad inflamatoria intestinal y suele presentarse con diarrea, dolor abdomi nal, mucosidad en las heces, dolor abdominal y/o fiebre. Los resultados de la tomografía computarizada (TC) suelen mostrar un engrosamiento de la pared intestinal y distensión del colon. Se debe considerar la evaluación en doscópica para confirmar el diagnóstico y realizar un estudio infeccioso. Al igual que con otros EARI, la colitis de grado 2 o superior suele tratarse con corticosteroides sistémicos, con otros agentes inmunomoduladores (inflixi mab, vedolizumab) para los pacientes que no responden a los esteroides. La budesonida puede utilizarse para la colitis de grado 1 a 2. La neumonitis se produce en menos de 10% de los pacientes tratados con la terapia an ti-PD-L1/anti-PD-1, y es menos común con la terapia anti-CTLA-4 y más común en la terapia combinada. La neumonitis autoinmune suele presen tarse con una constelación de disnea, tos, fiebre o dolor torácico (o ambos). Las imágenes tienden a mostrar infiltrados nodulares en parches o en vidrio deslustrado, pero pueden tener muchas apariencias ( Oncologist 2017;22:70). El inicio inmediato de los glucocorticoides es fundamental y, a menudo, se requieren disminuciones muy prolongadas. Todavía no está claro cómo, o si, los pacientes que experimentan un EARI deben reiniciar el bloqueo de puntos de control inmunitarios. Un reciente análisis conjunto de ensayos de fase II y III de pacientes con melanoma avanzado tratados con la combi nación de ipilimumab y nivolumab mostró que aquellos que interrumpieron la inmunoterapia debido a los EARI tuvieron tasas de respuesta y SG simila res en comparación con los que continuaron el tratamiento sin interrupción ( J Clin Oncol 2017;35:3807). C. Vacunas contra el cáncer. En términos generales, existen dos categorías de estas va cunas: las profilácticas, destinadas a prevenirlo en poblaciones de alto riesgo, y las terapéuticas, diseñadas para tratar enfermedades malignas establecidas. 1. Vacunas profilácticas contra el cáncer. Hay dos indicaciones para las que se ha demostrado que las vacunas reducen la incidencia de las infecciones virales asociadas con el cáncer: el virus de la hepatitis B (VHB) y el virus del papiloma humano (VPH). Sobre la base de un seguimiento de 20 años, se ha demostrado que la vacuna contra el VHB reduce la incidencia de carcinoma hepatocelular en niños y adultos jóvenes en Taiwán. Dado que la vacuna contra el VPH se aprobó en 2006, se necesita un seguimiento adicional antes de poder realizar una eva luación definitiva sobre su impacto en la incidencia del cáncer de cuello uterino. a. Virus de la hepatitis B (VHB). La hepatitis B es un virus de ADN que infecta el hígado y puede causar enfermedades agudas y crónicas. Puede transmitirse a través de la sangre, los fluidos corporales (contacto íntimo) y la vía materno-fetal. La mayoría de las personas infectadas puede eliminar el virus en 6 meses. Sin embargo, cerca de 3% de los adultos inmunocom petentes se convierte en portadores crónicos y corre un riesgo considerable (entre 15 y 25% de posibilidades) de desarrollar cirrosis y/o carcinoma hepatocelular. Los grupos de alto riesgo más propensos a desarrollar una infección crónica por el VHB son los recién nacidos, los niños infectados antes de los 6 años y las personas infectadas por el VIH. Según la Organi zación Mundial de la Salud (OMS), hay más de 240 millones de personas en el mundo con infecciones hepáticas crónicas. Se calcula que cada año SAMPLE
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