Liguori. Manual ACSM para la valoración y prescripción, 4ed

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Capítulo 8 Enfermedades cardiovasculares y pulmonares

Prescripción de ejercicio sin una prueba de esfuerzo previa a la participación Aunque una PEG limitada por los síntomas antes de iniciar la RC es ideal en el desarro- llo de un programa de ejercicio, es poco frecuente que los individuos derivados a RC tengan una PEG de preparticipación en la práctica clínica. Los procedimientos de ExP pueden basarse en las recomendaciones de este Manual y en lo que se logr ó durante la fase de hospitalización y las actividades de ejercicio en el hogar. En lugar de una PEG, se puede realizar una prueba de caminata de 6 min u otras formas de pruebas de esfuerzo submáximo como una medida de la capacidad y la tolerancia al ejercicio (7). La utilización de la CEP también puede ser un método práctico para prescribir ejerci- cios aeróbicos y de resistencia en ausencia de una PEG (10). Cada individuo debe ser educado y controlado para detectar signos y síntomas de intolerancia, com o cansan- cio excesivo, mareos o aturdimiento, incompetencia cronotrópica y signos o síntomas de i squemia. Actividad física como estilo de vida Según las recomendaciones del Physical Activity Guidelines Advisory Committee de 2018, el aumento de los niveles de AF de moderados a vigorosos, incluso en pequeñas canti- dades, puede tener un impacto sustancial en los resultados de mortalidad debida a ECV ateroescleróticas de la coronariopatía isquémica, ictus e IC congestiva (17). Es importante alentar a las personas a que realicen AF y ejercicio con regularidad fuera y después de completar la participación en el programa de RC. Personas con insuficiencia cardíaca La IC crónica se caracteriza por disnea de esfuerzo y cansancio debido a ICFEr (una dis- función sistólica) o por insuficiencia cardíaca con preservación de la fracción de eyección [ICFEp] (una disfunción diastólica), o una combinación de ambas. Debido en parte al envejecimiento de la población y al aumento de la supervivencia de las ECV, la prevalen- cia de la IC está en aumento. En la actualidad, la IC afecta a unos 6.5 millones de adultos estadounidenses y se estima que aumentará un 46% para 2030 (20). A pesar de esta pre- valencia creciente, la hospitalización por IC aguda descompensada ha disminuido (20). Entre las personas hospitalizadas por IC aguda, el 53% tiene ICFEr y el 47% tiene ICFEp, y la mortalidad a un año es de casi el 30% (20). El entrenamiento físico es ampliamente reconocido como un valioso complemento en el abordaje terapéutico para la atención de las personas con IC crónica estable y es recomendado por el ACC y la AHA (21). Los beneficios del entrenamiento físico en personas con ICFEr se han descrito antes (22) e incluyen una mejoría en la evolución de la enfermedad (p. ej., menos hospitalizaciones) y en la calidad de vida relacionada co n la salud (23-27). El entrenamiento físico también mejora la capacidad para el ejer- cicio (10-30%) y las funciones hemodinámica central, del sistema nervioso autónomo y del músculo esquelético y vascular periférico en las personas con ICFEr (13). En total, estas adaptaciones permiten a las personas ejercitarse a un ritmo de trabajo pico más alto o a un nivel submáximo con una FC más baja, menos esfuerzo percibido y menos dis- nea y cansancio. Un metaanálisis de 57 estudios que midieron directamente el consumo SAMPLE

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