Liguori. Manual ACSM para la valoración y prescripción, 4ed
230 Manual ACSM para la valoración y prescripción del ejercicio • www.acsm.org
Cuadro 8-4 Respuestas adversas al ejercicio para pacientes hospitalizados que conducen a la interrupción del ejercicio
● Presión arterial diastólica (PAD) ≥ 110 mm Hg ● Disminución de la presión arterial sistólica (PAS) > 10 mm Hg durante el ejercicio con una carga de trabajo creciente ● Arritmias ventriculares o auriculares importantes con o sin signos o síntomas asociados ● Bloqueo cardíaco de segundo o tercer grado ● Signos o síntomas de intolerancia al ejercicio que incluyen angina, disnea mar- cada y cambios en el electrocardiograma (ECG) que sugieren isquemia
Usado con autorización (7).
hospitalizados respecto al volumen y la velocidad de la progresión a la AF, una evaluación individual realizada diariamente por un miembro del personal calificado (p. ej., un fisió- logo del ejercicio clínico certificado por ACSM [ACSM-CEP]), junto con un uso con- servador de las recomendaciones FITT, se pueden emplear como guías para el inicio y la progresión de la dosis de AF hospitalaria. Durante las fases progresivas de la AF, se debe controlar al individuo para detectar respuestas hemodinámicas apropiadas (FC, presión arterial sistólica [PAS]), ritmo del electrocardiograma (ECG) o cambios en el ST, o nuevos signos o síntomas cardiovasculares (dolor de pecho [DdP], disnea, palpitaciones, cansan- cio) (7). Si bien no todas las personas pueden ser candidatas adecuadas para el ejercicio hospitalario, prácticamente todas se beneficiarán de algún nivel de intervención, incluida la evaluación de los factores de riesgo de ECV ( véase la tabla 2-2 ), el asesoramiento sobre AF y la educación individual y familiar. La educación individual sobre los factores de riesgo modificables, los cambios en el estilo de vida y el autocuidado no debe intentarse hasta evaluar la capacidad física y la disposición psicológica del individuo para aprender (7). Una vez establecido esto, l a edu- cación individual se logra mejor con un abordaje médico y debe comenzar con cada encuentro. Se debe evaluar el conocimiento de las personas sobre su enfermedad y tra- tamiento pidiéndoles que se lo expliquen; determinar el estilo de aprendizaje preferido de los individuos; comunicarse en términos sencillos y corregir las percepciones erróneas; ampliar el conocimiento de su enfermedad, signos, síntomas y tratamientos con el uso de tecnología, ayudas visuales y participación familiar. Al momento del alta hospitalaria , la persona debe tener un plan integral de atención y materiales educativos que aborden temas como el cumplimiento de la medicación, el seguimiento oportuno, las intervenciones dietéticas, el cuidado de heridas quirúrgicas, los niveles adecuados de AF y actividad sexual y la participación en la RC. El equipo médico debe prestar mucha atención a los problemas psicosociales y socioeconómicos, incluido el acceso a la atención, el riesgo de depresión, el aislamiento social y las dis- paridades en la atención médica (12). Además, se debe formular un plan de ejercicio seguro y progresivo antes de salir del hospital. Hasta que se evalúe con una prueba de esfuerzo o ingrese en un programa de RC para pacientes ambulatorios supervisado clínicamente, el límite superior de la FC o la calificación de esfuerzo percibido (CEP) observados durante el ejercicio no deben exceder los niveles registrados durante el pro- grama de hospitalización (7). Se debe aconsejar a las personas para que identifiquen SAMPLE
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