Porth. Fisiopatología

Capítulo 39  Alteraciones del estado nutricional    1165

Actividad física.  Existe evidencia convincente de que el aumento en la actividad física reduce el riesgo de sobrepeso y obesidad. Además, disminuye las probabilidades de desarrollar diabetes y enfermedades cardiovasculares en mayor grado del que se logra con la pérdida ponderal aislada. Aunque la actividad física es una parte importante del tratamiento de reducción de peso y ayuda a con- servarlo una vez que se consiguió bajar, por sí misma no lleva a una pérdida ponderal significativa. 13 Puede, sin embargo, ayudar a reducir la grasa abdominal, aumentar la capacidad cardiorrespira- toria y prevenir la reducción de la masa muscular que sobreviene con la pérdida ponderal. El ejercicio debe iniciar lentamente, con un incremento paulatino en la duración y la intensidad, indepen- dientes uno del otro. El objetivo para los adultos debe ser realizar un mínimo de 150-300 min semanales de actividad física mode- rada a vigorosa, para conseguir y mantener un peso saludable. 9,13 Terapia conductual.  Las modificaciones en el estilo de vida son un factor esencial en el tratamiento para la pérdida ponderal. Las estrategias incluyen enseñar a los participantes a vigilar sus pro- pios hábitos alimenticios, incluido dónde y cuándo comen, e iden- tificar situaciones que desencadenan las conductas alimentarias. Las técnicas para la modificación de conductas incorporan manejo del estrés, control de estímulos, resolución de problemas, reestruc- turación cognitiva, apoyo social y prevención de recaídas. 32 Otro aspecto importante de la modificación conductual consiste en ayu- dar a la persona a establecer metas realistas de pérdida de peso. Tratamiento farmacológico.  Los fármacos aprobados por la FDA pueden usarse como coadyuvantes al régimen antes mencio- nado en personas con IMC ≥ 30, sin factores de riesgo o enfer- medades o en personas con IMC ≥ 27 con factores de riesgo o enfermedades concomitantes. 32 Entre las enfermedades y riesgos que justifican el tratamiento se incluyen cardiopatías coronarias, diabetes de tipo 2, síndrome metabólico, anomalías ginecológicas, artrosis, colelitiasis, incontinencia de esfuerzo y apnea del sueño. Los fármacos aprobados para el tratamiento de la obesidad generalmente se sitúan en cualquiera de estas dos categorías: 1. Diseñados para reducir la ingesta de alimentos mediada por el sistema nervioso central. 2. Con acción que tiene lugar principalmente fuera del cerebro. Los medicamentos que actúan principalmente por medio del sis- tema nervioso central bloquean o activan porciones de los sistemas de neurotransmisión que participan en la señalización del hambre y la saciedad. Las vías que pueden ser afectadas incluyen la de la noradrenalina, serotonina, dopamina e histamina. Se sabe que el sis- tema endocannabinoide puede influir en el consumo de alimentos y, actualmente, es el centro de las investigaciones para desarrollar terapias de reducción de peso eficaces. Se ha demostrado que muchos psicofármacos producen pérdida o ganancia de peso como un efecto secundario a su meta terapéutica deseada, con lo que se confirma la existencia de estas vías complejas. El desarrollo de fármacos en esta categoría, aunque promisorio en las etapas tem- pranas, no ha conducido a tratamientos eficaces y seguros a largo plazo. Numerosos fármacos simpaticomiméticos han sido aproba- dos para la terapia de corto plazo de 12 semanas o menos.

incluye valorar los siguientes factores de riesgo o complicacio- nes: cardiopatía coronaria y otras enfermedades ateroescleróti- cas, apnea del sueño, anomalías ginecológicas, artrosis, cálculos biliares, incontinencia de esfuerzo, tabaquismo, hipertensión, con- centraciones altas de LDL y bajas de HDL, cifras altas de triglicé- ridos, prediabetes o diabetes de tipo 2, antecedentes familiares de enfermedad coronaria prematura e inactividad física. 32 También se recomienda determinar las barreras y la prepa- ración de la persona para comenzar a perder peso. Existen varios factores que deben ser evaluados a este respecto, por ejemplo, las razones y motivaciones para la pérdida ponderal, antecedentes de intentos previos, apoyo social, actitud hacia la actividad física, capacidad para participar en ella, tiempo disponible para intentar una intervención, comprensión de las causas de la obesidad y su contribución a la enfermedad y, finalmente, las barreras personales para realizar los cambios necesarios. Tratamiento por medio de un plan dietético.  Los principales componentes de todos los tratamientos dietéticos son la restricción calórica y la composición de la dieta. Aunque la modificación die- tética y la restricción calórica son componentes importantes del tratamiento para perder peso, ninguno de los dos ha mostrado ser más eficaz que el otro. 13 Por lo tanto, el tratamiento debe prescri- birse de forma individualizada de acuerdo con el sobrepeso de la persona y su perfil de riesgo. La dieta debe consistir en un plan personalizado con objetivos realistas. Las restricción calórica puede variar desde dietas bajas en calorías (DBC) hasta dietas muy bajas en calorías (DMBC). La DBC restringe la ingesta calórica a 1200 kcal/día. Esto conduce a una reducción de peso variable, que depende del consumo en la ingesta inicial del individuo. Las DMBC restringen las ingestas a cerca de 450 kcal/día, y se componen primordialmente de proteí- nas. Las dietas conllevan grandes riesgos, incluyendo arritmias y colelitiasis. Cualquier persona que se someta a un plan dietético debe estar bajo la supervisión de un profesional médico. Un abordaje más conservador reduce la ingesta calórica diaria a 500-1000 kcal/día. La ingesta calórica total se debe distribuir en tres comidas y dos colaciones a lo largo del día. El control de las por- ciones es una técnica eficaz para conseguir una reducción calórica. Muchas personas con sobrepeso no han reparado ni vigilan el tamaño de las porciones que consumen. Llevar un diario o bitácora dietética de todos los alimentos consumidos ayuda a cobrar consciencia del contenido y la frecuencia de lo que se ingiere. Algunos suplementos alimenticios, como los licuados de proteína con vitaminas y minera- les, pueden sustituir algunos alimentos sólidos. Una vez que se determina la restricción calórica, se debe plan- tear la composición de la dieta. Existen muchos métodos de modifi- cación del contenido dietético, incluidos los planes bajos en grasas y los que son bajos en hidratos de carbono y altos en proteína. Las dietas bajas en grasa se esfuerzan por lograr que las calorías diarias provenientes de las grasas constituyan solo el 10-15% del total de la ingesta calórica. Esto puede ser difícil de conseguir y suele resul- tar poco apetecible. Las dietas bajas en hidratos de carbono/altas en proteína se volvieron populares en las décadas de 1960 y 1970. Aunque son eficaces para la pérdida ponderal, en especial en las etapas iniciales, pueden representar algunos riesgos para la salud. Los planes dietéticos altos en proteína pueden incrementar el riesgo de presentar cálculos renales, y los que implican una reducción en la ingesta de fibra aumentan la probabilidad de desarrollar cáncer y elevan las concentraciones de colesterol.

Los medicamentos que tienen acción periférica incluyen los que bloquean la absorción de lipasa en el tubo digestivo (“bloquea- dores de grasa”) y nuevos fármacos que tienen como objetivo regio- nes del páncreas o del intestino, así como del cerebro, para ayudar a AMPLE

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