Manual de endocrinología y metabolismo - Lavin

Una breve autobiografía de Norman Lavin, MD, PhD, FAAP, FACE

Las historias cambian de acuerdo con lo que cada uno lee. Su comprensión se capta, se revisa y, tal vez, se desecha. Después, cuando se cierra el libro, persiste un tipo de imagen espiritual en la mente, un vestigio. A veces el lector sabe que se estableció una conexión duradera sólo por la intensidad del efecto, su memoria y el proceso posterior… esto es, cuando el libro regresa al librero. ENFERMERÍA NEONATAL DEL ZOOLÓGICO DE LOS ÁNGELES Tras concluir la escuela de medicina, la de graduados, el internado y la residencia, así como una beca en endocrinología pediátrica y de adultos en la escuela de medicina de la UCLA, se me invitó a un evento para recaudar fondos en el zoológico de L.A., en representación de sus nuevos habitantes. El director del zoológico era un veterinario especializado en animales no domesticados; estaba emocionado por anunciar el nacimiento de muchas nuevas crías. Intercambiamos ideas con relación a aspectos médicos, pero cuando pregunté quién se espe- cializaba en las anomalías hormonales de los animales, contestó “nadie”. Con gran sorpresa y regocijo fui contratado de inmediato (como voluntario) para dar consulta a los “bebés” en la sala de neonatos que pudieran presentar enfermedades endocrinas o metabólicas. El director me escoltó por la sala de neonatos. Yo estaba regocijado, encantado y entusiasmado con mis nuevos “amigos” (¡espero que me recuerden cuando crezcan, de manera que no “me devoren”!). Yo los consentí y ellos a mí, como mascotas. Les canté y me cantaron. Miré sus ojos; ellos miraron los míos. ¡Sabía que estaban enterados de que yo era un endocrinólogo! Todos eran extremandamente bellos... ningún patito feo; de hecho, no había patos. Me convencí de que estaba dentro de la película Avatar , en otro planeta, en otro mundo… ¡Pudiese incluso encontrarme en el “paraíso”! En primer lugar, exploré a un cachorro de tigre nacido de forma prematura y sin creci- miento adecuado, pero acariciable… ¡Vaya que era acariciable! Junto con el veterinario hice una preparación especial a partir de leche para humanos prematuros. Aumentó de peso, creció, se recuperó y, por supuesto, ¡“sonrió”! Todos nosotros, personal del zoológico, sonreímos en respuesta y después el animal gruñó... no, más bien... ¡emitió un rugido, feliz, saludable, de tono alto! Y, por supuesto, todos rugimos al unísono en respuesta. Unas semanas después llegó a la sala una cría de jirafa masái. Al menos suponía que era una cría, pero de 1.80 m de talla y 75 kg de peso, aunque tenía algunas dudas. El director del zoológico me aseguró que esa era una talla normal para una jirafa. “¿Cuál es el problema?”, le pregunte. Obviamente era un bebé… no pudo “hablar”. Se dice que poco después de nacer las jirafas tienen movilidad y empiezan a caminar en unos cuantos días o semanas, pero ésta parecía somnolienta, incluso confundida. Los veterinarios la exploraron y le hicieron radio- grafías y ultrasonografía, pero con resultado normal. Voltearon hacia mí y dijeron “¿Ahora qué?”. Yo ordené pruebas sanguíneas de inmediato y descubrí que se encontraba con hipo- tiroidismo. Su letargo de movilidad era producto de cifras bajas de hormonas tiroideas, con toda probabilidad a causa de un trastorno congénito. Con el reemplazo hormonal diario se recuperó por completo y corría en el patio con su madre. Unas cuantas semanas después la reexploré; claramente se encontraba normal. ¿Por qué tenía yo esa certeza? Las pruebas sanguíneas se normalizaron y, lo más importante, ahora medía 1.95 m y pesaba 85 kg. Fue nuestro último día juntos, por lo que me paré sobre una silla, miré directo a sus ojos y lleno de lágrimas le dije “adiós”. AMPLE

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